jueves, 30 de marzo de 2017

VIVENCIAS DE UN PROFESOR EN TIEMPO REAL

VIVENCIAS DE UN PROFESOR EN TIEMPO REAL

Genaro Mosquera C.

Uso la expresión antigua de un personaje creado por la inventiva criolla llamado Juan Bimba, pues la verdad es que lo asocio a un personaje popular del cual se hablaba mucho en la época en la cual estaba apenas estaba aproximándome a la vida adulta. Cuando tenía diez años y ya trabajaba de: jardinero, cargador y repartidor de latas de agua, pintor de brocha gorda, y de otros menesteres, para mantener a una escuálida familia de hermanos que vivíamos en extrema pobreza localizado en un rancho improvisado en la calle Apure del Barrio San Andres del Valle en Caracas. Estábamos mal comidos, pero al menos íbamos a la escuela pública con derecho a comedor, yo, asistía con alpargatas de suela de caucho y pantalones cortos de dril con un interior hecho a mano de tela de sacos de harina de trigo Al llegar al sexto grado me obligaron a alargarme los pantalones y ponerme zapatos marca Súper de suela de goma. a prueba de barro y lavable en pilas de agua pública.

Yo entendí temprano gracias a la lectura de cualquier elemento escrito, que la única forma de progresar era estudiando y así lo hice con tesón, Hice el bachillerato nocturno acompañado de trabajos toros de día, por ejemplo: vendedor de quesos de mano, casabe y naiboas, o cosas muy menores. Terminé el bachillerato en seis años con la incredulidad de vecinos que me miraban como bicho raro. Hasta ahí llegué, pero tuve la iniciativo y ayuda de amigos, de emplearme como pasante en un Ministerio y, luego, en una empresa. Todo cambio cuando cayó la dictadura de Perez Jimenez y la Universidad Central abriera sus puertas gratuitamente. Tuve la suerte que me orientaron adecuadamente y me inscribí, otra vez de noche en una carrera y obtuve otro trabajo en una industria. Pude entonces estudiar y trabajar, lo cual me permitió, comprar con mi sueldo viviendas para la familia. Me case a los veinte y alquile en buena zona que por cierto en sueños de niño miraba siempre desde lo alto del cerro.

Me gradué en la Universidad y tuve la fortuna de tener tremendos profesores, heredé la vocación, y me quedé dando clases. Empecé concursando, pasé por varias escuelas, y subí a pulso en el escalafón universitario, estudiando, haciendo postgrados incluyendo dos doctorados. Ello me hizo ser profesor de verdad y hasta escribí unos cuantos libros. La paga mensual en aquel entonces equivalía a unos tres mil dólares que para los mediados de los setenta me permitió adquirir techo propio, dar estabilidad de mi familia, financiar una carrera a una de mis hermanas, criar mis hijos los cuales estudiaron en universidades acreditadas. Gracias a Dios, todo resulto perfecto y hasta me di varias vueltas por medio mundo para ampliar mi cultura y curiosidad.

La Universidad me formo, modeló y ejercí cargos académicos, fui prestado un par de veces a la administración pública en cargos de relativa importancia, y llegué como profesor investigador al rango de Profesor Titular. La universidad ha sido mi inspiración y me proporcionó los mecanismos para adquirir calidad de vida. Pero llegó el Socialismo personificado por militares y civiles, algunos universitarios. Por cierto, conocí a muchos de ellos en la universidad y en actividades extra cátedra. En muchos de ellos percibí un cierto resentimiento social, despreciaban en general y le hacían la vida imposible a quien no compartiesen sus ideas marxistas, pero lo que si se, es que vivieron a expensas de la universidad. Estudiaron muchos de ellos más tiempo del necesario para mantenerse como dirigentes estudiantiles, algunos se graduaron. Eran dispendiosos, gamberros, y opositores a los gobiernos por antonomasia. Eran los críticos del sistema, se alzaron y pacificaron, se aliaron posteriormente con militares después de tanto odio expresado hacia ellos, pero cuando llegaron al poder, cobraron, se vengaron de sus afirmaciones trasnochadas de represión, hicieron gala de su incompetencia y,  finalmente,  tuvieron éxito acompañando el mismo con el  pregón eterno de la  lucha de clases, de las enseñanzas del marxismo leninismo para crear el hombre nuevo,  y porque no decirlo, de las mieles del castro-comunismo.

Desde el poder contribuyeron a arrumar al país, me convirtieron en pobre otra vez.  Y hoy, como profesor estoy pasando más trabajo que Juan Bimba producto entre muchas cosas a que mí poder adquisitivo bajó o, bajó y sigue bajando. Obviamente, la resultante es que   me consumí los ahorros, agoté los préstamos del instituto de previsión y gracias a que tengo casa, carro modesto, una salud relativa, pero sobrevivo a duras penas.  Lógicamente estoy jubilado y en compañía de mi esposa, porque los hijos están regados por diversas geografías buscando sus propias fórmulas de vida, pero eventualmente tengo que participar en algún trabajito para completar los ingresos y tratar de disponer de una vida digna, pero ciertamente, la calidad de vida se nos fue al sapote viejo.

A la fecha, socialmente sigo siendo flamante profesor universitario, sin medio donde caerme muerto, viviendo de una pensión de cincuenta dólares al mes, terminamos en la casi ruina, no podemos vender lo que tenemos, no porque no querríamos, sino porque no hay quien compre, pero como quedaríamos, arrimados a los hijos, lo dudo mucho. Ciertamente el mundo da muchas vueltas, pero mientras tanto, llegamos al inicio como cuando empezamos la vida como adultos, como el perro que se muerde la cola. Llegue a la condición de Profesor Juan Bimba, gracias a la ruina generalizadas de un país que perdió el rumbo y por supuesto, no encuentro que hacer con la rutina, a pesar que de vez en cuando, voy por ahí a dar unas clasecitas gratis escuchar algunas charlas que son esencialmente para hacer catarsis para no perder la costumbre y escribir pendejadas como esta. Pero para no hablar  como regularmente hacemos, documento mi condición con un informe personal para ilustrar mi condición de profesor pela bola.

Marzo del 2017.-