Una visión prospectiva de la educación permite apreciar que está siendo impactada por la vertiginosa presencia de la tecnología digital donde las estimaciones señalan que la comunidad venezolana vive en la oscuridad digital retando a las agendas educativas sobre el desafío de garantizar el acceso a la sociedad del conocimiento y da por descontado que “los temas pendientes que arrastramos del siglo XX siguen relacionados con la cobertura, y acceso tecnológico a los distintos niveles educativos”.
Irremediablemente todo a nuestro alrededor se transforma tal y como se pone de manifiesto en los grandes cambios: las cadenas del comercio, la demografía, los fenómenos climáticos, la evolución exponencial de las tecnologías, y el exceso de información que se genera cada segundo. Cambios que por lo demás sucedían antes de la declaración mundial de la pandemia, pero que, con la nueva realidad, se han acelerado. En este sentido, es necesario interpretar la estructura del sistema educativo y su mayor componente profesional en los escenarios universitarios los cuales han sido intervenidos ideológicamente y que obligatoriamente deben ser tomados en cuenta para formular un proyecto de transformación universitaria, y muy especialmente, de la realidad que está modificando la curva de oferta y demanda laboral. Todo eso obliga a reconfigurar para un futuro mediato un nuevo modelo de universidad y buscar a gran escala centrarse en tareas de mayor valor añadido.
Las tendencias de la sociedad actual aun con las limitaciones estructurales y políticas de nuestro país, requieren una revisión integral para atender la necesidad de los requerimientos académicos, superar los problemas de gobernabilidad nacional y de las instituciones educativas, ir más allá de resolver el secular recorte del presupuesto universitario y para satisfacer las cambiantes necesidades sociales, y su desarrollo dentro de la regionalización de las economías.
Es evidente la elevada tasa de la deserción universitaria la cual ha aumentado con la pandemia. Si bien es cierto, existen allí factores vinculados a la política desarrollada por el régimen que ha sido altamente restrictiva y focalizada, la deficiencia en la conectividad tecnológica, y de apoyo económico obliga a de trabajar de inmediato en una reestructuración del modelo universitario para ajustar el tono en que las instituciones de educación superior están dejando de ser una opción para estudiar una carrera, ya no solo como consecuencia de la crisis social, política y económica, sino también por la necesidad de resolver los problemas de inserción en el mercado laboral
Las universidades en un nuevo escenario prospectivo deberán estar construyendo alianzas con organismos, empresas, e instituciones con estructuras más ágiles colocando en la mesa sus recursos humanos con experiencia investigativa, docente y extensionista, desarrollar nuevos enfoques, profesiones ajustadas a la realidad, y certificar competencias profesionales en formatos curriculares diferentes a los actuales. La educación superior continúa siendo restrictiva tal y como fue concebida en el pasado y va dirigida al colapso acosada no solo por las fuerzas del cambio lo que pone en evidencia el establecimiento de un nuevo paradigma para que sea exitoso dentro de las perspectivas sociales y de desarrollo de los próximos años.
Es este último escenario el que debemos subrayar y en el que deberíamos ubicarnos para adoptar una nueva visión la cual es la clave para desarrollar alta competencia, con verdadera autonomía, y proporcionar las bases para instrumentar estructuras cada vez más auto sostenibles. De acuerdo a los planteamientos propuestos por Silingo y Clark en lo que denominan Innovación Disruptiva citamos: “ Se argumenta que la pandemia ha puesto al descubierto la necesidad de que la educación superior cambie sus proyecciones de matrícula futura”, en consecuencia, muchas universidades tendrán que ajustar la forma en que forman a los estudiantes, formular innovadores proyectos y patentes, y aunque no les guste a muchos académicos ortodoxos, hacer negocios si desean sobrevivir económicamente dentro de las perspectivas de que existe una oportunidad única para aprovechar los cambios emergentes de los últimos años para un buen largo plazo.
Con ese fin, las universidades deben actuar ahora para derribar las barreras de acceso y llegar a una población más amplia y diversa de estudiantes ansiosos de satisfacer las necesidades de una fuerza laboral cambiante y capturar oportunidades profesionales y de aprendizaje a lo largo de toda la vida. Sin duda, la pandemia causó un verdadero dolor a la educación superior, pero también aportó claridad sobre lo que viene a continuación. Mucho ha sido ya escrito sobre cómo el Covid-19 obligó a las escuelas a acelerar la combinación del aprendizaje presencial y en línea. Si bien este cambio abrupto creó desafíos significativos, este modelo híbrido a largo plazo mejorará enormemente. Las nuevas herramientas digitales, pueden ayudar a los educadores a evaluar mejor la participación de los alumnos, proporcionando así a los instructores una hoja de ruta clara sobre cómo perfeccionar y mejorar sus cursos y métodos de enseñanza.
Pero hay otras lecciones que aprender de este año tumultuoso que se extienden mucho más allá del aula; una red educativa reunió a un grupo de líderes de la educación superior para discutir cómo la asombrosa interrupción de las clases presenciales marcó la pauta para proporcionar pistas para re imaginar cómo las instituciones dirigirán sus actividades y servirán a los estudiantes en el futuro. Lo que surgió de las encuestas y discusiones con el grupo fue que el enfoque hibrido es necesario para impartir educación la cual debe ampliarse para incluir no solo cursos académicos, sino también otros elementos principales que impulsan la experiencia de aprendizaje y hacen que el campus funcione, es decir, los servicios estudiantiles, la prestación de servicios profesionales, el desarrollo de las empresas universitarias para administrar los proyectos de investigación y dotar de una poderosa fuerza laboral a la economía que habrá de reconstruirse.
El campus híbrido, trasciende nuestra idea actual de educación combinada con una visión más holística para ofrecer todo lo que ofrece una institución, desde asesoramiento académico hasta cursos y servicios profesionales. Las instituciones tienen la oportunidad de aprovechar con nuevas inversiones y aprendizaje en tecnología digital la experiencia de docentes y de estudiantes y, favorecer el trabajo remoto bajo la premisa que este enfoque podría hacer que las instituciones se centren más en el estudiante y en sus profesores a fin de garantizar su sostenibilidad.
Otros cambios requieren de una mejor estrategia, como por ejemplo, administrar a los estudiantes como componentes vitalicios y recopilar información en tiempo real sobre las necesidades cambiantes de la fuerza laboral, para ello, las universidades pueden desarrollar programas académicos flexibles para la economía en evolución, organizar cursos acreditables para un plan de estudios en particular y, que estén siempre disponibles en programas de educación continua. También es imprescindible utilizar las preferencias de los estudiantes e identificar métricas comunes para averiguar dónde suelen quedar atrapados en su trayectoria académica apoyados en el desarrollo de cursos diseñados para la era digital (en lugar de simplemente grabar las clases en el aula o enseñar a través de Google Meet, Zoom u otra plataforma), un elemento estratégico que se debe emplear es un «mapa» que los miembros del profesorado preparen para ayudar a decidir qué se imparte mejor en línea y qué es mejor para la instrucción presencial.
Solemos pensar en universidades para enseñar a los estudiantes una profesión, y realizar investigaciones, pero hay que tomar en cuenta que también son lugares de trabajo. El campus híbrido requerirá que la gerencia universitaria identifique las funciones que son de importancia crítica para la misión de la institución y centren sus recursos humanos en esas funciones. Otros servicios podrían ser mejor prestados por entidades externas creadas por la propia universidad que pueden invertir en esos servicios y proporcionarlos a escala económica complementaria.
En el centro de cualquier cambio en la educación superior no es de extrañar que la administración y el profesorado no estén dispuestos a afrontar por razones atávicas, incluso se nieguen a adoptar nuevos procesos administrativos, estructuras y mediciones de desempeño; sin embargo, como vimos durante la pandemia, es posible hacer cambios que se pensaba que tardarían años en implementarse, pero se pusieron en marcha casi de la noche a la mañana cuando los campus se cerraron temporalmente.
Las inversiones realizadas y las que haya que realizar son elementos claves para la ampliación de verdaderas plataformas de educación a distancia, bibliotecas digitales, hemerotecas, “big data técnica”, ediciones arbitradas, sistemas de control de plagios, plantas de video “streaming”, estudios de producción, producción de conocimientos, desarrollo de contenidos y de laboratorios virtuales para la educación en línea los cuales son complementos importantes para el «gran experimento de la educación para el futuro», para lo cual, tanto los beneficios como los inconvenientes, son demasiado potentes para ignorarlos.
La educación superior es un servicio público, un nuevo y necesario modelo de gobierno democrático tiene la responsabilidad indelegable e indeclinable de garantizar el desarrollo y calidad del sistema de educación superior concebido como un conjunto articulado de instituciones, programas y escalas atractivas de remuneración; debe procurar los recursos necesarios para su funcionamiento y velar por el cabal cumplimiento de sus procesos, orientaciones y principios en correspondencia con el interés nacional. En ese sentido la educación superior es un factor estratégico para la reconstrucción nacional, social, consolidación de la democracia, de la soberanía nacional y de una sociedad mejor.
Entendemos que el sistema universitario en un sentido prospectivo debe coadyuvar a acometer un trabajo de envergadura, incluso de alcance internacional para reformular el sistema universitario y el diseño de una universidad en particular, ello es necesario, pero el objetivo final es definir una política de gobierno el cual bajo un modelo adecuado tiene la obligación de atender las propuestas de un estudio exhaustivo del sistema dentro de las perspectivas de cambio. Estos requerimientos requieren de un proyecto de investigación holístico y la determinante inversión financiera para lograr los objetivos de inducir al cambio y lograr la transformación del sistema orientado a plantear una nueva universidad cuyos componentes estructurales estén asociados al compromiso del liderazgo universitario para su instrumentación.
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