En general, no se pone en duda la utilidad que
tiene un proceso negociador ante un conflicto de intereses, especialmente si se
trata de controversias comerciales, incluso políticas o privadas, donde por
aproximaciones sucesivas se llega a un acuerdo con el cual no se logra sino
excepcionalmente llenar todas las expectativas de una parte sobre la otra.
El esquema de negociación después de un diálogo
aparece reiteradamente en el escenario político y todas las veces se ha
frustrado como consecuencia de la mala fe del régimen, principal estimulador de
tal esquema cuyo objetivo es ganar tiempo y sacar ventajas. Obviamente, nunca hará
concesiones para la entrega del poder, aun bajo la circunstancia de su
señalamiento como usurpador, sujeto a persecución internacional y sometido a
gran presión de los países democráticos que ven en su gobierno el mejor ejemplo
de una dictadura que secuestró el poder ilícitamente amparado en unas
fraudulentas elecciones y como si fuera poco, a través de la protección de la
más grande y gran estafa mafiosa conocida en los tiempos modernos.
Las bases de nuevas negociaciones comienzan a
barajarse, poniendo por delante las elecciones regionales, que, bajo el sistema
actual, jamás serán transparentes, a pesar de las aspiraciones y la
insatisfacción de la mayoría, pero, aun así, los mecanismos fraudulentos y el
poder detentado no permitirá éxito alguno y la ilusión de un cambio se disipará
nuevamente, y por supuesto habrá negociaciones una vez más fallidas.
En el caso de la universidad venezolana,
particularmente de la Universidad Central de Venezuela, la exigencia de la
comunidad universitaria de celebrar la elección de sus autoridades se ha
manifestado públicamente y con mucha insistencia a pesar de todo tipo de
obstáculos para evitarlas basado principalmente en el argumento que las mismas
han sido reglamentadas por el poder usurpador del Tribunal Supremo de Justicia,
quienes violando la Constitución y la Ley de Universidades y han sido
denunciadas por competentes juristas de la propia universidad en demostraciones
muy claras a ese respecto.
En la práctica, esas obstrucciones se fundamentan
en la contradicción de que en el fondo se pliegan a las políticas de un régimen
usurpador. Ello significa dar largas a tan importante asunto, y lamentablemente
negocian con algunas autoridades universitarias la celebración de elecciones
bajo un acuerdo de contenido abiertamente ilegal al fijar los acuerdos sobre la
base de permitir el voto a una proporción negociada de representantes de
obreros, empleados, estudiantes y egresados para que puedan votar en unas
elecciones con objetivos políticos muy claros.
Se deriva de tal postura que la írrita Asamblea
Nacional, quien, sin amilanarse, dictará otra Ley de Universidades, obligará a
negociar unas elecciones bajo esas condiciones y propondrán que se favorezca al
régimen con la ayuda de algunos universitarios que actúan en contra de los
intereses de las universidades.
Las comisiones electorales, que generalmente
responden a los intereses rectorales, argumentan que no están en capacidad de
hacer elecciones porque deben someterse a los dictámenes de un Consejo
Universitaria, e incluso cambian las reglas de juego en la línea del tiempo al
estimular una consulta que todo el mundo se pregunta para qué. Es otras
palabras, la negociación funciona en detrimento y desventaja de la propia
universidad. Ante esta disyuntiva, la comunidad universitaria, apelando a la
autonomía y gran poder moral desea ir a elecciones y han demostrado no temer
sus consecuencias al entender que la universidad es primero que los intereses
intervencionistas.
No podemos soslayar el vergonzoso sistema salarial,
en efecto, la capacidad de la universidad y su poderosa influencia social debe
presionar para lograr la dolarización de sus honorarios, la presión en una
negociación honrosa y de fuerza deben lograrlo, y en consecuencia, debe
organizarse para salir al paso el entreguismo y la abulia.
El sistema y la condición operativa de la
universidad ha impactado de tal manera a la comunidad que se estima que más del
cuarenta por ciento de su fuerza profesoral y de investigación se marchó a
otros lares donde su competencia, calidad y méritos les son reconocidos con
salarios justos y dolarizados. La fuerza estudiantil también ha abandonado, no
conocemos su estimación por el evidente ocultamiento de su número. Esa
circunstancia permite hacer una reflexión en el sentido que, si se ha ido un
porcentaje tan elevado de su capacidad docente, surge la pregunta sin
respuesta: ¿será que ¿continúan en nómina? Lo más probable es que no, y en
consecuencia podrán redistribuirse en función de las necesidades de los
docentes que quedaron en el país y reconducirlos procedimentalmente para la
seguridad social y reconstrucción de sus instalaciones ya casi inevitablemente
destruidas.
Un nuevo tema de negociación con el sector
empresarial está sobre la mesa, y cuyos intercambios han comenzado con el régimen
usurpador, por supuesto, con similar argumento de las universidades ampliado
con el objetivo de proteger a su instituciones, insertarse en el aparato
productivo socialista, y preservar los intereses comerciales, que en realidad
es lo que más les importa independientemente de su capital humano, subyugado y
en condiciones francamente de dependencia y sin beneficios sociales.
En la variedad de nuevos negocios comerciales de
distribución de bienes intentan competir creados potencialmente con recursos
indirectos del Estado, cuyo objetivo secundario es desarrollar un artificial
movimiento comercial con visos de abundancia para contrastar y aparentar éxito
comercial y de sus políticas a la opinión pública internacional. Con desparpajo
dolarizan y fijan los precios, incluso por encima del valor de un bien en
particular en los mercados internacionales. A esos bienes solo tienen acceso
los privilegiados que tienen dólares en abundancia producto de actividades que
no se sabe si son licitas o no ya que la mayor parte de la sociedad con
salarios medios de dos a tres dólares al mes no tienen la capacidad para
comprar nada que no sea para su estricta supervivencia.
Algunas familias con familiares en el exterior
reciben de ellos alguna que otra caja de bienes y escasas remesas que le
permiten pagar en lo posible la exigencia comercial abiertamente fijada en
dólares, incluso hasta las cuestiones más elementales ante la desaparición de
la divisa criolla. Igualmente, una economía marginal de servidores normales y
de oficios tradicionalmente domésticos exige propinas que no bajan de un dólar,
y la irresponsabilidad o especulación de algunos que sin tener idea que un
salario mínimo por hora de trabajo en el norte es de 7 o más dólares, claro,
sin tomar en cuenta a profesionales o comerciantes que arrancaron del país en
la mejor oportunidad, y que han podido calificar sus conocimientos y
competencias, que requiere un esfuerzo considerable de trabajo efectivo. En
otras palabras, no se tiene idea de lo que cuesta ganarse un dólar en cualquier
país donde la diáspora está pasando el trabajo hereje para sobrevivir.
La buena práctica comercial indica que una vez
descontado los gastos operativos y administrativos en promedio y a los precios
de las mercancías en dólares al menos queda una proporción significativa
disponible, para cubrir los gastos de los directivos, gastos de reposición,
beneficios y salarios. Y aquí está el asunto, si venden a precios de dólar
deben pagar en dólares a sus empleados y no el pírrico salario marginal. Necesariamente
deben demostrar su altruismo y ciudadanía pagando sueldos y salarios acordes
con el esfuerzo, y obtener benéficos modestos y no como están acostumbrados
especulativamente.
Es hora de poner todo en claro, luchar por medidas
drásticas de condicionamiento del valor del trabajo y obtener pagos
equivalentes en dólares a los países vecinos, y en el caso de las
universidades, cuyo salario es ridículo que no permite siguiera cubrir los
gastos de ir a sus instituciones, debe revisarse con una política de
remuneración que no baje del estándar internacional, por cierto, precio que se
paga al personal en casi todas las universidades que conocemos. Pero esa lucha,
como se dijo antes, es prioritaria, pero también es prioritario evitar la
intervención universitaria, la centralización de la admisión y además la
imposición de carreras universitarias mal concebidas que comienzan a
correlacionarse con los intereses del régimen.
Hemos hecho un llamado para la organización
académica con las personalidades, docentes, investigadores y estudiantes, la
cual permite cubrir una agenda importante para elegir a sus autoridades, las
actuales deben dar puerta franca a la elección de nuevas autoridades sin caer
en el hecho ilícito de conciliar con un régimen usurpador, en realidad, es
tiempo de rectificaciones, apoyar a nuevas autoridades e interrumpir el
continuismo e ir al encuentro con connotados representantes de la
sociedad civil a objeto de producir un nuevo liderazgo que permita trazar las
estrategias adecuadas para el cese de la usurpación y lograr elecciones libres
e integrales dentro de un escenario democrático y permita la reconstrucción
nacional.
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