La
planta insolente del poder en compañía de una odiosa patrulla cubana allanó los
espacios universitarios de la Universidad Central de Venezuela, mostrando la
barbarie, despreciativa de la más elemental urbanidad. Se apoderaron del alma
mater en una acción que evoca los inicios de la universidad republicana con el
desprecio militarista contra la civilidad del rector José María Vargas. Ahora,
fue una acción simbólica y burlista, destinada a marcar y coronar la estrategia
de apoderamiento de la principal universidad venezolana.
El
régimen ha venido actuando en una acción envolvente desde dentro de la universidad,
con la palanca de personas adeptas al sistema dictatorial y, externamente, desde
el propio ejecutivo. Cambiaron las tácticas del allanamiento policial o de
tanquetas, por los muy cubanos y sofisticados procedimientos ilegales, es
decir, el estrangulamiento financiero permanente donde los recursos obligados del
presupuesto apenas cubren los gastos de una nómina chucuta que se traduce en los
miseros ingresos de los profesores que no les permite sobrevivir con la actividad
académica.
Establecida
la menguada política salarial, dan dos golpes arteros. Crean un sindicato de
esquiroles para sustituir las actas convenio; imponen un mecanismo de control
del personal universitario y convierten a los profesores en trabajadores
universitarios. Coronan la acción pasando la nómina a control del sistema
patria dependiente directamente de los esquemas ministeriales convirtiendo la
autonomía administrativa universitaria en un cajero automático y de anuncios de
pago por parte de la deprimente autoridad administrativa que se convirtió en empleado
público.
Una
segunda acción sustentada en decretos cubiertos de aparente legalidad del
Consejo Nacional de Universidades el cual dispone de la mayoría oficialista basada
en la obediente decisión que representa a más de setenta universidades, que no
son tales. Aprueban decretos para reorientar las carreras universitarias
ajustándolas al esquema socialista y asumen el control de las carreras que las
universidades deben dictar. Monopolizan el ingreso de estudiantes en un cien por
ciento los cuales son asignados por la oficina de planificación de manera
obligante. En resumen, se apoderaron de la academia y de la administración curricular.
Por último,
ante el deterioro causado por las políticas anteriores, y los efectos de la pandemia,
la universidad se vacía. Más de la mitad de la comunidad universitaria dándose
cuenta de la perspectiva de la perdida de autonomía, el deterioro personal y de
la decadente infraestructura, se va del país. Se queda el personal menos
desarrollado y obviamente, jubilados y pensionadas, ambos segmentos
dependientes de las decisiones del régimen.
La
infraestructura universitaria se deteriora totalmente, es saqueada, arruinada y
hace inoperante su funcionamiento regular. Las autoridades universitarias se
mantienen en sus cargos deliberadamente a los cuales el régimen va sustituyendo
gradualmente. Los que quedan, que ya van para catorce años asisten regularmente
al Consejo de Universidades a recibir vejámenes y se mantienen supuestamente
activas para dar supuestamente continuidad a las funciones universitarias, pero
también, aceptan calladamente las decisiones oficiales impuestas. Algunos
protestan tímidamente o se someten para preservar sus cargos. Obviamente no
aceptan el reto de ir a elecciones porque disque el Tribunal Supremo lo prohibió
hasta que se aplique un reglamento inclusivo. Finalmente actúan como simples
espectadores, sin autoridad alguna.
El
deterioro universitario es tal, que después de casi dos años de inactividad
forzada, el régimen decide intervenir para reconstruir el daño echándole la
culpa a la incompetencia de sus autoridades. Envía regimientos de intervención
a maquillar la universidad para “ponerla bonita” y las autoridades anuncian hipócritamente
que los planes de mantenimiento y reconstrucción los dirigen con las políticas
de sus unidades de protección y mantenimiento en una acción simulada de falso
control frente a las decisiones oficiales, y ahora, con el nombramiento y
decisión de una “virgen” protectora.
El
tricentenario de la universidad, el deterioro y un supuesto inicio de actividades
se toma como excusa para maquillarla estéticamente, tal y como a una anciana
que le ponen colorete, le pintan de rojo la boquita preparándola para el golpe
final y mandarla al cementerio. Finamente se apoderan de lo que fue el mayor
centro de la cultura, de la crítica constructiva, de la investigación y de los servicios
rectores para un país que se ya no es democrático.
Ante
tales ofensas, y desvaríos, reflejados iconográficamente con la foto de la
máxima autoridad sentada de manera forzada en un pupitre es el mensaje
subliminal de que la vieja es suya y que los demás “corren o se encaraman”.
Ante
tanta humillación, la comunidad universitaria no oculta su desaprobación, incomodad
y sentimientos de violación. Se expresa tímidamente en las redes, pero sus
autoridades “ni pio”, no se enfrentan, a lo mejor por complicidad de manera altamente
sospechosa.
Ante
toda esta actuación de apoderamiento e intervención, la comunidad universitaria
esta consciente de la dirección en que
se mueve el oficialismo para imponer las
líneas ideológicas comunistas de control y sometimiento, que en las
elecciones de noviembre le lavarán la cara para desplegar la imagén falsa de apariencia
democrática y que, con la complicidad de la plataforma unitaria la apariencia
se consolidará, lo cual les permitirá seguir desarrollando sus objetivos o al
menos diferir todo problema hasta la convocatoria de elecciones presidenciales
lo cual, de paso, le da la ventaja para desplegar acciones fraudulentas y de
preparar la escena para consolidar el poder.
Ante
ese panorama, la protesta universitaria debe manifestarse de alguna manera. El
21 de noviembre, fecha electoral, es día aniversario de la célebre huelga universitaria
estudiantil, pues les invito a concentrarse en la universidad para al menos
denunciar la violación de la autonomía universitaria, del cerco ideologizaste y
generar la suficiente corriente de opinión para llevar y forzar las elecciones
de las autoridades universitarias.
Por
otra parte, como preparar la universidad para su rescate y reconstrucción
cuando el modelo actual dictatorial sea vencido y desplazado, pues poniendo
toda la capacidad intelectual para el desarrollo de un modelo diferente de
universidad. Hay que repensar al sistema, lograr mediante el diálogo
constructivo adaptarse a nuevas realidades de la educación, donde hay cientos
de miles de graduados en universidades que no son tales, que habrá que reciclar
para actualizar un conocimiento nulo de los que creen ingenuamente que son
profesionales de verdad. De cómo resolver el problema de más de cien
universidades que deben ser examinadas en su factibilidad académica,
administrativa y de pertinencia social para aplicar la correcta reorganización
de acuerdo a las particularidades de cada Estado Federal. Unificar criterios,
objetivos, y metas para crear de verdad una universidad en cada territorio.
Como devolver la visión a las universidades experimentales de vocación
tecnológica y qué organización darles a las universidades nacionales para
retomar el camino de la investigación científica y liderar los planes rectores
de un país que fue quebrado.
Este
tiempo de incertidumbre debe ser empleado en el desarrollo de una estrategia de
cambio de la universidad venezolana y en general contribuir con su impacto a la
búsqueda de un país libre y democrático.
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